CAPITULO III
Descripción de la isla de Scanzia.
Volvamos á la isla Scanzia, que hace poco abandonamos. El ilustre geógrafo Claudio Ptolomeo la menciona en el libro segundo de su obra cuando dice: «En el Océano Ártico existe una isla grande llamada Scanzia, que tiene forma de hoja de cedro; sus costas se prolongan á lo lejos, y después se estrechan para cerrarla; el Océano penetra en sus playas. Encuéntrase enfrente del río Vístula, que sale de las montañas de la Sarmacia y que, á la vista de la isla Scanzia, desemboca en el Océano Septentrional por tres brazos, separando la Germania de la Scitia. Al Oriente y en el interior existe en esta isla un lago muy grande, y de este lago, como de un vientre, sale el río Vagi, que corre caudaloso al Océano. Inmenso mar la rodea al Occidente. Por el Septentrión la rodea también ese Océano sin límites, en el que jamás se ha na vegado, y del que se destaca, á manera de brazo, el mar Germánico (1). Allí habitan pueblos que se alimentan solamente de carne; y allí encuéntrase también, según dicen, un grupo de islitas, en las que, aseguran, pierden la vista los lobos si acier-tan á pasar cuando el mar está helado por los intensos fríos del invierno. Así es que esta tierra no es inhospitalaria solamente para los hombres, sino que también cruel para las fieras. En cuanto á la isla Scanzia, que es el asunto de nuestro trabajo, está habitada por considerable número de pueblos diferentes, aunque Ptolomeo solamente menciona siete. Nunca sé encuentran allí enjambres de abejas, á causa del rigor del frío. En su parte septentrional habita el pueblo adogita, que pasa por gozar, sin interrupción, de la claridad del sol durante cuarenta días y cuarenta noches en medio del estío, y que, en cambio, en invierno se encuentra privado de la luz durante igual número de días y de noches.
Así, pues, alternativamente en la tristeza y en la alegría goza de un favor y sufre una privación que los demás países ignoran. ¿Se quiere saber por qué? Es que en los días más largos los habitantes ven al sol repasar al Oriente rozando la extremidad del eje de la Tierra, mientras que, por el contrario, en los días más cortos no pueden verlo, porque entonces recorre los signos australes. Así, pues, ese mismo sol que nos parece salir de abajo, dicen ellos que gira á lo largo del borde de la Tierra. Existen también en esta isla otras naciones, la de los crefennos, tres en número, que desdeñan alimentarse de trigo y que no viven más que de carne de animales silvestres y de aves cuyos nidos son tan numerosos en los pantanos, que bastan para la multiplicación de las especies y proveen superabundantemente á la alimentación-de los habitantes. Allí viven también los suétanos, que se sirven, como los turingios, de excelentes caballos. Estos son los que, por medio del comercio, hacen llegar á los romanos, á través de innumerables naciones, las pieles de marta que éstos usan. El hermoso color negro de sus pieles los ha hecho famosos; pero viven obremente, encóntrándose vestidos con extraordinaria riqueza. Después de éstos vienen multitud de pueblos diversos: los teustos, bacotos, bergios, halinos, liotidas, habitando todos en terreno llano y fértil, lo cual les expone á incursiones y estragos de otras naciones. Encuéntranse, después de estos pueblos, los atelnilos, los finaitos, los ferviros, los gautigodos, razas de hombres intrépidos, dispuestos siempre á pelear. Después los evageros mezclados con los otingos. Todos estos pueblos viven á la manera de las fieras, en las cavernas y en los bosques.
Más allá de estas naciones habitan los ostrogodos, los raumaricos, los firmos, sumamente amables; los más amables de los habitantes de la isla Scanzia, los vinovilotos, los suetidos, los cógenos, que se les parecen, siendo cosa cierta que éstos son el tronco de los daneses, que arrojaron á los hérulos del territorio que poseían. Los cógenos exceden á todos estos pueblos en estatura, y gustan de darse este nombre que les distingue de todos los de la Scanzia. También de aquel país son los granianos, aganzios, unixos, etelrugos y aroquiranos, de quienes fué rey, si no en los tiempos más lejanos, hace muchos años al menos, Rodulfo, el cual, disgustándose de su reino, marchó al lado del rey de los godos Teodorico, en quien encontró lo que deseaba. Todos estos pueblos exceden á los romanos en estatura y valor, y son terribles por su ardimiento en los combates.
(1) Créese que el autor se refiere al Báltico.
HISTORIA DEL IMPERIO ROMANO Desde el año 350 al 378 de la era Cristiana
Escrita en latín por Ammiano Marcelino. Vertida al castellano por F. Norberto Castilla
TOMO I y II - MADRID, Librería de la viuda de Hernando y C.A - Calle del arenal, num 11. - 1895
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