miércoles, 27 de mayo de 2015

JORDANES: HISTORIA DE LOS GODOS - CAPITULO VII.


HISTORIA DE LOS GODOS
CAPITULO VII

Las amazonas.—Sus guerras.—Fundan el templo de Epheso. Descripción del Cáucaso.

Después de su muerte, mientras su ejército, bajo las órdenes de su sucesor, realizaba una expedición á otras comarcas, un pueblo vecino atacó á las mujeres de los godos, queriendo apoderarse de ellas; pero resistieron valerosamente á los raptores y rechazaron ignominiosamente al enemigo que caía sobre ellas. Esta victoria aseguró y acrecentó su audacia: excitáronse unas á otras, empuñaron las armas y eligieron para mandarlas á Lampeto y Marpesia, dos de ellas que habían mostrado mucha resolución. Queriendo éstas llevar la guerra al exterior y atender al mismo tiempo á la defensa del país, se sortearon, tocando á Lampeto quedarse para guardar las fronteras. Entonces Marpesia se puso á la cabeza de un ejército de mujeres y llevó al Asia aquellos soldados de nueva especie. Sometiendo allí los pueblos, unos por las armas y conciliándose otros por amistad, llegó al Cáucaso, donde permaneció algún tiempo, y dió su nombre al paraje donde se detuvo: roca de Marpesia. Así lo dice Virgilio:

Como dura sílice 6 roca de Marpesia.

En este punto fué donde más adelante Alejandro Magno estableció puertas-que llamó Pylas Caspianas y que hoy guarda la nación de los lazos para defensa de los romanos. Después de permanecer algún tiempo en aquel país, cobraron valor las amazonas; salieron de él, y cruzando el río Alys, que corre cerca de la ciudad de Gargano, subyugaron con fortuna nunca desmentida la Armenia, la Siria, la Oilicia, la Galacia, la Pisidia y todas las ciudades del Asia: después volvieron hacia la Jonia y la Etolia, y sometieron estas provincias. Allí se prolongó su dominación y hasta fundaron ciudades y fortalezas, á las que dieron su nombre. En Epheso elevaron á Diana, á causa de su pasión por el tiro del arco y la caza, ejercicios á que siempre se habían entregado, un templo maravillosamente hermoso en el que prodigaron riquezas. Habiendo hecho la fortuna de la manera dicha á las mujeres de la nación de los scitas dueñas del Asia, la conservaron cerca de cien años, y al fin volvieron al lado de sus compañeros, en las montañas Marpesianas, de que ya hemos hablado, esto es, al monte Cáucaso. Y como nuevamente nos ocupamos de este monte, creo que no está fuera de mi asunto describir la cadena y su posición; tanto más, cuanto que, como es sabido, rodea sin interrupción la parte más grande del mundo. Surge el Cáucaso del Océano Indio; la vertiente que mira á Mediodía está desecada y abrasada por el sol, mientras que la que da al Septentrión se encuentra azotada por fuertes vientos y por nieves. Este monte se replega en seguida sobre la Siria, donde forma un ángulo curvo; da origen á numerosos ríos del Asia, entre ellos el Eufrates y el Tigris, haciéndoles correr de perennes manantiales como de fecundos pechos. Estos ríos, navegables según la opinión más general, abrazan la tierra de los asirlos, dan su nombre á la Mesopotamia, llevan á ella los viajeros y descargan sus aguas en el mar Rojo. El Cáucaso vuelve en seguida hacia el Norte y corre por la Scitia formando largos circuitos. Allí lleva al mar Caspio otros ríos muy conocidos, tales como el Araxes, el Cissus, el Cambises, y avanza sin interrupción hasta los montes Rífeos. Desde allí desciende al Ponto, y su elevación sirve de barrera á los pueblos scitas. En fin, únense sus cumbres y viene á tocar al Ister en el punto donde se divide este río. Además del nombre de Cáucaso, lleva también en Scitia el de Tauro. Tal es, pues, este monte tan grande, el más grande quizá de todos; ese monte cuyas atrevidas cumbres ofrecen á las naciones natural é inexpugnable parapeto. Por intervalos su cadena se rompe ó se entreabre, formando desfiladero, llamándose puertas Caspianas, Armenianas ó Cilicianas, según el país donde se encuentra el desfiladero. Apenas puede pasar un carro por ellos, y las paredes están cortadas á pico. El nombre del Cáucaso varía según las diferentes naciones: el indio le llama Jamnio y después Propanismo; el partho le llama primero Castra y más adelante Niface; el sirio y el armenio, Tauro; el scita, Cáucaso y Rifeo; y allí donde concluye otra vez, Tauro. Otros nombres existen también que los pueblos han dado á este monte; pero ya hemos hablado bastante de
él; volvamos á las amazonas que hemos dejado.

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