lunes, 15 de junio de 2015

JORDANES: HISTORIA DE LOS GODOS - CAPITULO X.


HISTORIA DE LOS GODOS
CAPITULO X

Guerras de Cyro contra Tamaris, reina de los getas.—Ciudad de Tamaris, fundada en Mesia.—Guerra de Darío y de Jerjes contra los godos.—-Alianza de Filipo con los godos.—Irrupción de éstos en Grecia.

Largo intervalo había mediado desde entonces, seiscientos treinta años próximamente, cuando, según asegura Pompeyo Trogo, Cyro, rey de los persas, emprendió contra Tamaris, reina de los getas, una guerra que le fué fatal. Enorgullecido por la conquista del Asia, intentó subyugar á los getas, sobre los que reinaba Tamaris, según acabamos de decir. Podía ésta detener á Cyro en el paso del Arapes, pero dejó que lo cruzase, prefiriendo deber la victoria á su brazo que á la ventajosa posición que ocupaba. Y así sucedió. A la llegada de Cyro fué primeramente tan favorable la fortuna á los parthos, que destrozaron al hijo de Tamaris y al numeroso ejército que mandaba; pero en otra batalla los getas, mandados por su reina, vencieron á los parthos, haciendo terrible carnicería y arrebatándoles rico botín. Entonces fué cuando los godos vieron por primera vez tiendas de seda. Después de la victoria, encontrándose la reina Tamaris en posesión del inmenso botín cogido al enemigo, pasó á la parte de la Mesia que hoy se llama Scitia menor, nombre que ha tomado de la grande Seitia, y fundó en aquel país, donde después fue adorada, una ciudad que, de su nombre, se llamó Tamaris. Más adelante, Darío, rey de los persas é hijo de Hystaspis, pidió en matrimonio á la hija de Antriregiro, rey de los godos, empleando ruegos primeramente y después amenazas para el caso en que no se accediese á su petición. Pero los godos rechazaron con desprecio aquella unión y desvanecieron las esperanzas de los embajadores. Enfurecido al verse rechazado, Darío hizo marchar contra ellos un ejército de ochenta mil hombres, sacrificando de esta manera la sangre de sus súbditos á la venganza de una injuria personal. Estableció un puente de barcas desde las inmediaciones de Calcedonia hasta Bizancio, y pasó á la Thracia y después á la Mesia. Otro puente semejante había construido sobre el Danubio; pero fatigado por reiterados ataques, en los que perdió ocho mil hombres en dos meses, y temiendo que el enemigo se apoderase de su puente sobre el Danubio, huyó precipitadamente, volviendo a la Thracia sin atreverse siquiera á detenerse en la Mesia, en la que no se encontraba bastante seguro. Después de su muerte, su hijo Jerjes, queriendo vengar la derrota de su padre, marchó contra los godos á la cabeza de doscientos mil persas y de trescientos mil auxiliares. Tenía, además, setecientas naves de guerra y tres mil de transporte, y, sin embargo, fracasó en su empresa, teniendo que ceder al obstinado valor de los godos. Regresó, pues, como había venido, sin librar ningún combate y sin llevar otra cosa que vergüenza. Más adelante, Filipo, padre de Alejandro Magno, hizo amistades con los godos y tomó por esposa á Medopa, hija del rey Gothila. Este matrimonio, al hacerle iQás fuerte, le ponía tam-bién en condiciones de robustecer el imperio macedónico; y, sin embargo, por aquel mismo tiempo, según refiere Dion, falto de dinero Filipo, reunió un ejército con el propósito de saquear la ciudad de Udisitana, en la Mesia, cuya ciudad, estando inmediata á la de Tamaris, obedecía entonces á los godos. Pero, al aproximarse, parte de los sacerdotes godos, aquéllos á quienes llaman los piadosos, se apresuraron á abrir las puertas de la ciudad y salieron á recibirle, llevando cítaras y vestidos de blanco, pidiendo con suplicantes cánticos á los dioses de sus padres que les fuesen propicios y alejase de ellos á los macedonios. Viéndoles éstos venir hacia ellos con tanta confianza, quedaron sorprendidos, y, si es posible hablar así, guerreros armados se encontraron dominados por hombres débiles é inermes. Aquel ejército, reunido para combatir, se dispersó en el acto; y no solamente respetaron los macedonios aquella ciudad, cuya, destrucción parecía segura, sino que hasta devolvieron aquellos habitantes suyos que, encontrándose fuera de las murallas, habían caído en su poder, según las leyes de la guerra, y regresaron á su país después de ajustar un tratado con los godos. Mucho tiempo después, en recuerdo de esta perfidia, el ilustre jefe de los godos, Sitaclo, al frente de ciento cincuenta mil guerreros marchó á hacer la guerra á los atenienses, ó más bien á Perdicas, rey de Macedonia; porque Alejandro, muriendo en Babilonia de la bebida emponzoñada que la traición de un oficial suyo le había preparado, había designado á Perdicas para reinar después de él sobre los atenienses. Sitaclo tuvo con él empeñado combate, en el que quedaron vencedores los godos; y de esta manera, por vengar una injuria que antiguamente habían recibido de los griegos en la Mesia, los godos hicieron irrupción en la Grecia y devastaron toda la Macedonia.

0 comentarios:

Publicar un comentario