lunes, 11 de mayo de 2015

JORDANES: Historia de los Godos - Capítulo V.



HISTORIA DE LOS GODOS
CAPITULO V

La Scitia. —Su situación.—Sus pueblos.—Ocupaciones sucesivas de la Scitia por los godos.—El Tanges.   —El Boristenes-

Confina la Scitia con la Germania, sea en el punto donde comienza el Ister, sea por el mar de Misia, extendiéndose hasta los ríos Tyras, Danastro, Vagorola y hasta ese otro caudaloso río que lleva, como el Ister, el nombre de Danubio: avanza hasta el monte Tauro, no el de Asia, sino otro que forma parte de este suelo, es decir, el Tauro scítico:; sigue todos los contornos de la Meótida, el estrecho del Bosforo, hasta el monte Cáucaso y el rio Araxes; después, inclinándose á la izquierda, y pasando detrás del mar Caspio, no termina hasta los últimos límites del Asia, á orillas del océano Earoboreo, teniendo forma de hongo, primeramente estrecha, y ensanchándose á lo lejos, va á tocar al país de los hunnos, de los albaneses y de los seros. La Scitia, en su infinita longitud, en su inmensa anchura, encuéntrase limitada, del lado del Oriente y en el mismo punto donde comienza, por los seros, que viven en las inmediaciones del mar Caspio; al Occidente por los germanos y el río Vístula; por el lado de la Osa ó del Septentrión, rodéala el Océano; al Mediodía por la Persia, la Albania, la Hiberia, el Ponto y el extremo del Ister llamado Danubio, desde su desembocadura hasta su nacimiento. El lado que toca al Ponto Euxino está lleno de ciudades cuyos nombres distan mucho de ser obscuros: Boristénides, Olbia, Calípoda, Quersonea, Teodosia, Pareona, Mirmiciona y Trapezunta, ciudades que las indómitas naciones de los scitas permitieron fundar á los griegos á fin de poder comerciar con ellos. Hay un paraje en medio de la Scitia que separa el Asia de Europa, y son los montes Rifeos, de los que brota el Tañáis, ese río inmenso que penetra en la Meótida, la cuya profundidad no pasa en ninguna parte de ocho varas.
El primer pueblo que habita la Scitia al Occidente es el de los gépidos, cuyo territorio lo rodean grandes y famosos ríos; teniendo al aquilón el Tisiano, al viento del África el Danubio; por el lado del Euro el escarpado lecho del Tausis, cuyas giratorias y rápidas ondas se precipitan con furia en las del Ister. En su seno comprende la Dacia, defendida por escarpados montes, dispuestos en forma de corona. Contra su lado izquierdo, que mira al Aquilón y avanza á través de inmensos espacios hasta el nacimiento del Vístula, encuéntrase establecido el numeroso pueblo de los vuínidos. Aunque el nombre de este pueblo varía hoy según las diferentes tribus que lo componen y los parajes que habitan, sin embargo, se les designa generalmente con el nombre de sclavinos y con el de antos. Los sclavinos se extienden desde Civita-Nova, el paraje llamado «tfímnus rumunnensis y el lago Muriano, hasta el Donastro, y al Norte hasta el Vístula. Éstos sólo tienen por ciudades los pantanos y los bosques. Los antos, que son los más valientes de los dos, avanzan en círculo á orillas del mar del Ponto, extendiéndose desde Danastro hasta el Danubio. Considerable número de jornadas de camino separan estos dos ríos. En la orilla del Océano, á la derecha donde por tres brazos queda absorbido el caudal del Vístula, habitan los vidoarianos, aglomeración de hombres de diferentes naciones. Después de éstos, y también en las orillas del Océano, están establecidos los itemestos, raza enteramente pacífica. Al Mediodía de éstos, y cerca de ellos, habitan los agaciros, nación muy valerosa, que ignora el uso de los frutos y solamente vive de sus ganados y de la caza. Más allá de éstos se extienden, por el mar del Ponto, los establecimientos de los búlgaros; que, por nuestros, pecados, han llegado á ser desgraciadamente muy célebres. Allí fue donde en otro tiempo las belicosas naciones de los hunos crecieron como espesa hierba, para hacer doble y furiosa irrupción sobre los pueblos; porque los hunnos están divididos en dos ramas, la de los aulzigros y la de los aviros, que habitan diferentes comarcas. Los aulzigros frecuentan las cercanías de la ciudad de Quersona, donde el ávido mercader transporta los ricos productos del Asia. Durante el estío vagan por inmensas llanuras despejadas, no deteniéndose más que donde encuentran pastos para sus rebaños, y en invierno se retiran.al mar del Ponto. Los hunugaros son conocidos por las . pieles de marta que suministran al comercio. He aquí los hunnos que se han hecho temibles á hombres cuya intrepidez es, sin embargo, muy grande. Éstos de que hablamos ahora han habitado, según nos enseñan los libros, primeramente en la Scitia, á orillas de la Palus Meótida; después en la Mesia, la Thracia y la Dacia; en tercer lugar en el mar del Ponto; después otra vez en la Scitia. Pero en ningún autor hemos encontrado el relato fabuloso que les hace caer antiguamente en esclavitud, sea en la Bretaña, sea en otra isla cualquiera, donde se rescataron á precio de un caballo. Y si alguno refiere de otra manera que nosotros su aparición en la parte del Universo que habitamos, producirá ruido desagradable á nuestros oídos, porque preferimos estar á lo que hemos leído, que dar fe á cuentos de vieja. Mas volviendo á nuestro asunto, mientras la nación de que hablamos habitaba la parte de la Scitia que linda con la Palus Meótida, tuvo, comó es sabido, á Filimer por rey. En las comarcas que ocupó en segundo lugar, es decir, en la Dacia, la Thracia y la Mesia, la gobernó Zamolxes, filósofo cuya prodigiosa ciencia atestiguan la mayor parte de los autores. Antes de Zamolxes había tenido hombres de gran saber, tales como Diceneus, y antes de éste Zeustas. Así, pues, los godos no carecieron de maestros para aprender la filosofía, razón por la cual fueron siempre más ilustrados que la mayor parte de los bárbaros y llegaron casi á igualar á los griegos, según dice Dion, que escribió su historia en lengua griega. Este escritor dice que los nobles entre ellos llevaron primeramente el nombre de Zarabi Terei, y después el de Pileati, eligiendo de esta clase los reyes y sacerdotes. En fin, en tan grande estima estuvieron antiguamente ios getas, que se hizo nacer entre ellos á Marte, el dios de la guerra, según las, ficciones de los poetas; así es que dice Virgilio:

El infatigable Marte, adorado por los getas.

Los godos tributaron durante siglos culto bárbaro á este dios, porque persuadidos de que nada podía ser tan agradable al árbitro de las batallas como la efusión de sangre humana, no le sacrificaban otras víctimas que los prisioneros que cogían. También le consagraban las primicias del botín, colgando en honor sujo despojos en los árboles; y su celo por su culto, preferido á todos los demás, procedía de que creían invocar el nombre del padre común al invocar el suyo. Los godos habitaron en tercer lugar cerca del mar del Ponto; y en esta época se habían hecho más humanitarios y esclarecidos, como antes dijimos. La nación estaba dividida en familias; los visigodos obedecían á la de los balthos; los ostrogodos á los ilustres ámalos. Distinguíanse de los pueblos vecinos por su habilidad como arqueros, según atestigua Lucano, más historiador que poeta:

Tender el arco de Armenia con cuerda gótica.

Antes de entregarse á este ejercicio celebraban con cánticos, acompañándose con la cítara, las hazañas de sus antepasados, Ethespamara, Hanala, Fridigerno, "Widicula y otros, tenidos en grande estima por esta nación y á quienes la antigüedad, que sin cesar se nos propone á nuestra admiración, apenas puede comparar sus héroes más famosos. Por entonces, según se dice, promovió Vesosis guerra á los scitas, que resultó perjudicial para él. Me refiero ahora á aquéllos que testimonios antiguos nos presentan como esposos de las amazonas, guerreras famosas de quienes habla Orosio en el libro primero de su historia; de lo que deducimos la prueba incontestable de que aquel rey combatió contra los godos, cuando atacó, según nuestra certeza, á los esposos de las amazonas. Habitaban éstos entonces alrededor de la Palus Meótida, desde el río Boristhenes, al que llaman Danubio los habitantes de sus riberas, hasta el río Tañáis. Esté río Tañáis de que hablo es el que, cayendo de las montañas Rifeas, se precipita con tanta rapidez, que mientras se hielan los ríos inmediatos y hasta la Meótida y el Bosforo, solo, calentado por su carrera entre ásperas montañas, resiste al intenso frío de la Scitia y jamás se congela. Este río es el que forma el célebre límite entre Asia y Europa, y otro es el Tañáis, que brota en las montañas de los Crinos y se pierde en el mar Caspio. En cuanto al Danubio, brota de vasta laguna, desde la que se extiende como un mar. Hasta mitad de su curso sus aguas son buenas y potables; produce exquisitos peces que no tienen espinas, sino solamente un cartílago para sostenerles el cuerpo; pero al acercarse al Ponto, recibe un afluente pequeño, llamado Asufeo, que es de tal manera amargo, que, á pesar de que todavía conserva la longitud de cuarenta días de navegación, aquel hilo de agua lo cambia, lo corrompe y le hace desconocido, hasta que penetra en el mar entre las ciudades griegas Calípidas é Hipanis. Enfrente de su desembocadura se encuentra una isla llamada Aquilis: y entre estos dos ríos extiéndese vasto territorio, sembrado de bosques y cubierto de peligrosas lagunas.

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