martes, 21 de abril de 2015

JORDANES: Historia de los Godos - Capítulo I.


HISTORIA DE LOS GODOS
CAPITULO I

División general de la Tierra.

Nuestros antepasados, según Orosio, dividieron toda la circunferencia de la tierra que rodea el Océano en tres partes, que llamaron Asia, Europa y África. Muchos autores, casi innumerables, han descripto la redondez de la Tierra en estas tres divisiones, dando á conocer, no solamente las ciudades y comarcas, sino lo que es mucho más exacto, el número de pasos y millas que tienen de extensión; llevando sus investigaciones hasta determinar, á través de la inmensidad del mar, la posición de las islas rodeadas por las aguas, tanto grandes como pequeñas, dándolas los nombres de Cycladas ó Sporadas. En cuanto á los últimos límites del infranqueable Océano, no solamente no ha intentado nadie describirlos, sino que á nadie se le ha concedido alcanzarlos; viéndose la imposibilidad de ello, porque las plantas marinas detienen las naves y falta el viento; así, pues, no los conoce más que aquel que los ha creado. En cambio, estando habitada la Tierra, las playas situadas á este lado del mar que, como ya hemos dicho, rodea el disco del mundo como una corona, han sido perfectamente conocidas por hombres á quienes su curiosidad ha llevado á escribir sobre tal asunto.

Hay, además, en el mismo mar muchas islas habitables; por ejemplo, del lado de Oriente y en el Océano índico, las Hippodas, la Jamnesia, abrasadas por el sol: éstas están desiertas, verdad es, pero no dejan de tener considerable extensión en longitud y latitud. Existe también Taprobana, en la que, sin mencionar los caseríos y casas de campo, se encuentran, según dicen, ciudades muy fortificadas, la hermosa Sedalia, Silestantina, deliciosa estancia, Eterón, ciudades que, si ningún escritor ha descripto, no por eso dejan de tener numerosa población nacida en su seno. En la parte occidental, este mismo Océano contiene igualmente algunas islas, conocidas casi todas á causa del movimiento de viajeros. A este número pertenecen, después del estrecho de Cádiz y cerca de este estrecho, las dos islas llamadas, una Feliz y otra Afortunada. Algunos cuentan también entre las islas del Océano los dos promontorios de Galicia y Lusitania, sobre uno de los cuales vese todavía un templo de Hércules, y sobre el otro el monumento de Scipión. Sin embargo, como tocan al extremo de la tierra de Galicia, más bien forman parte del gran continente de Europa que islas del Océano. Sea como quiera, este mar tiene en medio de sus olas otras islas que llevan el nombre de Baleares; la isla Mevania, así como las Oreadas, en número de treinta y cuatro, pero no todas habitadas. También tiene en el extremo occidental otra isla, llamada Tilena, de la que dijo el poeta mantuano: «Que te obedezca Tilena en los límites del mundo.» Contiene también este mar inmenso por el lado de la Osa, es decir, al Septentrión, una gran isla, llamada hoy Ceylán, que los antiguos creían mucho más grande que en realidad es Scanzia, de la que tendremos que hablar, con el auxilio del Señor, porque del seno de esta isla salió como un enjambre de abejas para hacer irrupción en la tierra de Europa, la nación cuyo origen tanto deseas conocer. Cómo y por qué sucedió esto, lo explicaremos si el Señor nos asiste.

(1) La Scandinavia, considerada como isla mientras no se conoció su parte septentrional.

HISTORIA DEL IMPERIO ROMANO Desde el año 350 al 378 de la era Cristiana
Escrita en latín por Ammiano Marcelino. Vertida al castellano por F. Norberto Castilla
TOMO I y II - MADRID, Librería de la viuda de Hernando y C.A - Calle del arenal, num 11. - 1895



NOTAS: 
I. NAVARRO Y CALVO, Francisco, con el seudónimo de F. NORBERTO CASTILLA.-Madrid, 1895-96.

Tomo I, 406 págs.

Tomo II, 292. El volumen alcanza hasta la pág. 419, pero es porque incluye, además, la Historia de los Godos, de Jornandes.

F. Norberto Castilla es seudónimo de D. Francisco Navarro y Calvo, Canónigo de la Metropolitana de Granada, traductor de varias obras incluídas en la Biblioteca Clásica de su hermano D. Luis.

Los dos tomos de Ammiano Marcelino son el 193 y el 194 de dicha colección.

La noticia biográfica y las notas están tomadas de la colección de Nisard, aunque el traductor no lo expresa.


La Inquisición Española puso en sus índices expurgatorios la edición de Ammiano Marcelino publicada en Hamburgo, 1609, por Federico Lindembrogio, lo cual no puede atribuirse a otra causa que a los extremados elogios que Ammiano, historiador gentil según toda apariencia, hace del Emperador Juliano el Apóstata.

Como apenas contiene noticias relativas a España la parte conservada de las Historias, de Ammiano Marcelino, no es de admirar que sean tan poco frecuentes las citas de Ammiano en nuestros autores. El único que le aprovecha ampliamente, sin traducirle a la letra, pero dándole grande autoridad para los reinados de Constancio, Juliano, Joviano, Valentiniano y Valente, «porque fué testigo de vista», es el magnífico caballero Pero Mexía en su Historia Imperial y Cesárea, cuya primera edición es de Sevilla, 1545, siendo innumerables las posteriores. El texto de que probablemente se valió Mexía fué el de la segunda edición de Froben (Basilea, 1533), enmendado por Segismundo Gelenio.

«Autores de lo que tengo dicho, advierte Mexía al fin del capítulo de Constancio, son todos los nombrados en el fin de la árida de Constantino Magno...y también Ammiano Marcelino... de los quales tomando de cada uno lo que me pareció más a propósito, hize la tela de mi historia; lo qual he hecho en lo [p. 66] passado, y haré adelante, sin seguir a uno solo, porque siempre sigo y leo antiguos y ciertos Autores.»

Abrevia, pero no suprime ni atenúa el panegírico de Juliano, doliéndose de que varón de tales prendas las afease con su apostasía.

«Pues en virtudes y habilidades de su persona, fué uno de los mejores Emperadores que ha habido en el mundo... Tan acabado y singular que en la bondad y mansedumbre fué comparado a Tito, en la clemencia a Antonino, en los sucesos y venturas que hubo en la guerra contra los alemanes, lo comparaban a Trajano, y en su comedimiento y moderación a Marco Aurelio, y en las artes y estudios lo igualaban con los philósophos antiguos. Fué de grande y muy notable memoria, y muy estudioso, y por esto muy erudito, y docto en muchas artes; fué muy eloquente, y bien hablado por natural y por arte. Temperantíssimo en comer y beber y dormir, fué castíssimo y limpíssimo de toda passion carnal y deshonestidad, tan valiente y esforzado, aunque pequeño de cuerpo, y de delicados y delgados miembros, que fué notado y reprehendido dello, porque osaba más de lo que el Capitán o Rey debe osar ni acometer. Fué codiciosíssimo de fama, que es un vicio en que pecan muchas veces los grandes ingenios y ánimos: fué liberal y fácil con sus amigos, muy amigo de hazer y guardar justicia igualmente; y assí lo procuró el tiempo que fué César, y lo poco que imperó. Y assí tuvo otras muchas virtudes, que Eutropio, como testigo de vista, y Aurelio Víctor, y Amiano Marcelino escriben. Y con todo esto fué infiel, que es muy grande lástima; por haber su entendimiento captivádose de las persuasiones de su maestro Libanio gentil, idólatra. Las cosas que en el tiempo que fué César y Emperador passaron, muy larga y particularmente las escribe Amiano Marcelino, como aquél que lo vió o entendió, por passar en su tiempo, y que en la guerra de Persia le acompañó y sirvió; pero yo no contaré sino la suma de quando fué Emperador, y esto brevemente, porque él no imperó solo sino dos años, y no es razon que en imperio de tan poco tiempo se gaste mucho papel.»

En la vida de Joviano termina diciendo:

«Quien más quisiere saber deste Emperador, assí de la guerra, como de la paz, vea... señaladamente a Amiano Marcelino, que con él se halló en todo.»

[p. 67] A propósito del gran temblor de tierra acaecido bajo el imperio de Valentiniano, cita señaladamente a Marcelino «que lo vió por sus ojos».

No se ocultaron a la diligencia de Ambrosio de Morales las pocas, pero interesantes referencias a España que hay en el texto de Ammiano, sino que las recogió en su Crónica (lib. X, capítulos 38, 39 y 43).

«Amiano Marcelino, historiador que agora vivía (es decir, en tiempo de Constancio), hace mención de uno de los agentes en los negocios, que residía en España en este tiempo, y no le nombra, mas cuenta dél que destruyó con crueldad una casa de un hombre principal, por sólo que unos pages, metiendo velas para un convite, entraron diciendo por cortesia que entonces se usaba: «venzamos, venzamos», y el otro tomólo por señal de alguna conjuración contra Constancio, que aun tan livianas cosas como estas temía.

Traia Constancio siempre consigo un español llamado Paulo, que en Amiano Marcelino parece era su secretario. A este le habian puesto por sobrenombre Cadena, porque siendo hombre malvado, tenia grande astucia en enredar unos negocios de otros. Algunas crueldades cuenta Ammiano deste, porque Constancio lo tenia por ordinario ministro para ellos. Mas no le faltó a Paulo, como luego veremos, el castigo debido a su maldad.

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En siendo Emperador Juliano, como Ammiano cuenta (en el lib. XXII), mandó quemar vivo a aquel español Paulo Cadena, con otro tal como él, trayéndolos al mal fin que de sus maldades se pudo esperar. Del mismo Ammiano se entiende (en el libro XXIII) cómo hizo Juliano, vicario de España, a uno llamado Venusto.

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En Ammiano Marcelino (lib. XXVIII) se entiende cómo en tiempo de Valentiniano fué Legado Consular en la Bética uno llamado Phalangio, refiriendo cómo por mandado del Emperador hizo justiciar a uno llamado Loliano.»

En su correspondencia erudita con el Marqués de Mondéjar, recientemente dada a conocer por Morel-Fatio en la miscelánea titulada Homenaje a Menéndez Pelayo, I, 22, Esteban Baluze [p. 68] anuncia a su corresponsal español la próxima aparición de un Ammiano Marcelino doctamente ilustrado por Adrián de Valois.

«Quia vero postulas edoceri an heic Lutetiae aliquid novi cudatur quod sit de rebus antiquis, moneo novam Ammiani Marcellini editionem sub praelo esse eique adjunctas esse uberiores notas nondum editas Lindembrogii, Valesii et Marcelli Donati.»

Y Mondéjar contesta en 13 de noviembre de 1680:

«No puede dexar de ser apreciable la nueva edicion de Ammiano Marcelino... Acá no se imprime cosa de provecho.»

La edición prometida apareció en 1681, y fácilmente obscureció a todas las anteriores, sirviendo a su vez de base para la de Gronovio (Leyden, 1693), todavía más estimada. Sobre ésta trabajaron ya nuestros eruditos del siglo pasado, especialmente Masdeu en el tomo VII de su Historia Crítica de España, donde puso en duda con buenas razones (pág. 240) que Pablo Cadena fuera español, pues aunque Ammiano Marcelino le señala esta patria en el libro XIV de su obra, él mismo se contradice en el libro XV, suponiéndole natural de la Dacia, por lo cual uno u otro de estos lugares del historiador tiene que estar errado.

La decandencia de nuestros estudios clásicos en el siglo XIX ha hecho que todavía no hayan sido utilizados para la historia patria ni el comentario de Wagner a su edición de Ammiano (1808), ni el novísimo y más correcto texto de V. Gardthausen (Leipzig, 1874 y 75).

Cita ocasional en los Dias geniales o Lúdricos, de Rodrigo Caro (1626). 1.a edic. Sevilla, 1884. (Sociedad de Bibliófilos Andaluces.)

«Mas por cosa notable referiré a V. md. lo que cuenta Amiano Marcelino de unos muchachos españoles. Tenían costumbre en España, cuando entraban luz en algun aposento, como ahora solemos decir: «Loado sea Jesucristo» o «Buenas noches dé Dios a V. md.» en decir «Venzamos» como gente tan guerrera. Esta era su mayor gloria, y a esto se enseñaban. Los muchachos españoles, entrando con luz donde estaban unos soldados romanos, dijeron aquellas palabras; uno de ellos, no sabiendo la costumbre, interpretando siniestramente como que les diesen gritos, o por ventura que era señal de alguna traición, desnudando la espada, mató a su huésped con toda la desdichada familia.»

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